Dado su TDAH continuamente ha estado en terapia, primero para el control de impulsos y más tarde para trabajar sus problemas de relaciones sociales
Mi hijo, que ahora tiene 19 años, nos dijo a los 16 años que se sentía una mujer. Previamente jamás había manifestado ninguna disconformidad con su sexo y posteriormente a esa revelación tampoco volvió a decirnos nada. Y nada cambió en su apariencia física, salvo que durante un tiempo estuvo pintándose los ojos con eyeliner negro, pero solo al salir con sus amigos. En casa veíamos que parecía un oso panda porque no se lo quitaba bien, pero no le dimos mayor importancia.
Para contextualizar cómo es mi hijo, os cuento que con 6 años fue diagnosticado de TDAH y comenzó a medicarse por ello. También al mismo tiempo valoraron que tenía altas capacidades. Durante su etapa escolar de primaria siempre tuvo dificultades para hacer amigos y relacionarse con sus iguales, salía poco y no era invitado a cumpleaños ni quedadas en casas de amigos, pero él, aparentemente, lo llevaba bien.
En su etapa de ESO seguía con problemas de relación social, tuvo varias novias, aunque la cosa no cuajó dada la juventud. Siempre se ha llevado mejor con mujeres que con hombres, aunque respeta más la autoridad masculina que la femenina. Dado su TDAH continuamente ha estado en terapia, primero para el control de impulsos y más tarde para trabajar sus problemas de relaciones sociales, pero con 11 años nos pidió dejar de ir. Desde entonces ha acudido a sus citas en la Unidad de Salud Mental Infanto-juvenil.
El año pasado mi hijo me pidió que le solicitara cita con el médico de cabecera (“sin preguntas, mamá”) y se me encendieron todas las alarmas, ya que algo que pensé olvidado, se activaba. El resultado de esa cita fue una nueva cita, muy rápida, ya en la unidad de género y salió con las fechas dadas para todas las pruebas necesarias para comenzar su proceso de cambio de género.
Mi suerte fue que me mandaban las citas a mi móvil, dado que él no me contaba nada y lo negaba cuando le cuestionaba. Así, a la segunda cita que me llegó, ésta para medicina nuclear, cogí el toro por los cuernos y le dije que teníamos que hablar. Para no extenderme, deciros que fue una charla muy dura, donde me recriminaba la falta de comunicación en casa y su derecho a su intimidad dada su mayoría de edad; le di la razón, me disculpé y le expliqué que no había sabido hacerlo de otra forma, pero que debía reconocerme que siempre estaba ahí para él, dispuesta a escucharlo y ayudarle en lo que pueda necesitar, a lo que dijo que sí. Continué diciéndole que estaba muy preocupada por las consecuencias de la hormonación y él me dijo que obviamente las conocía y no le preocupaban, y le expliqué que había leído mucho (gracias a AMANDA) y que se daba el caso de que muchas de las personas que sufrían disforia de género de inicio rápido, tenían, como él, otras comorbilidades (TDAH, AACC, autismo, asperger...) y que me preocupaba enormemente que la disconformidad con su cuerpo fuera por algo de ello y no por ser mujer. Reaccionó muy positivamente y aceptó que buscáramos ayuda profesional.
Lleva dos citas con el psicólogo, han encajado bien y él está contento con que se le trate como a un adulto en consulta. Creo que no acudió a la cita de analítica ni a la de recogida de resultados en la unidad de género, lo que me da esperanza de que haya encontrado un motivo a su malestar y esté dispuesto a trabajar en sí mismo y en su cuerpo sin agresiones médicas. Es un tema que no tratamos abiertamente, prefiero que sea el terapeuta el que lo trabaje, si es que él lo pide. Por ahora no ha manifestado nada al respecto, pero en la primera consulta le dijo que le gustaban las mujeres.
No lanzo campanas al vuelo, pero veo luz al final del túnel y espero poder contar, en un tiempo no muy lejano, su desistimiento.