Hemos educado a nuestra hija desde la igualdad, desde la coeducación
Cuando le faltaban unos días para cumplir 16 años nos dijo que era lesbiana, que no sabía qué le pasaba, que no se encontraba bien consigo misma
Nuestra historia es muy parecida a muchas; experiencias llenas de dolor y sufrimiento.
Hace 18 años adoptamos a una niña, es lo más precioso que hemos hecho en nuestra vida.
Hemos educado a nuestra hija desde la igualdad, desde la coeducación. Si pedía un disfraz de princesa para Reyes se lo hemos regalado, otro año pidió uno de Superman e hicimos lo mismo. Ha jugado con todo tipo de juguetes, pero es verdad que siempre le han gustado más las muñecas. En el colegio también ha sido educada desde la coeducación, no nos cabe ninguna duda.
Nuestra hija era tranquila, feliz, no se metía en líos, más bien obediente. Pero llegó a la difícil etapa de la adolescencia, con su melena intocable, su plancha para el pelo, pidiendo tacones, la depilación láser, su maquillaje... Y éramos nosotros los que le pedíamos que avanzara poco a poco, aunque sabíamos que es lo normal, era adolescente. Empezó a idealizar a algunas profesoras del instituto (que influyeron en ella, y no precisamente de manera positiva).
Cuando le faltaban unos días para cumplir 16 años nos dijo que era lesbiana, que no sabía qué le pasaba, que no se encontraba bien consigo misma. Yo, su madre, le pregunté si necesitaba ayuda. Pienso que los psicólogos y las psicólogas están para eso. Los niños y niñas adoptados presentan un duelo que más pronto o más tarde aparece, debido a la pérdida de sus padres biológicos, y cada uno de ellos lo manifiesta de una manera diferente. Yo pensé que el ser lesbiana no era un motivo para encontrarse mal, pero con la adolescencia había aparecido su duelo.
Pero ella fue a buscar ayuda en una compañera trans. Dos días después ya no era lesbiana, era trans. Según ella, desde que tenía uso de razón había querido ser chico. Menos mal que hay fotos y vídeos.
Nunca había demostrado nada, siempre había sido una niña, una chica como todas, incluso venía conmigo a manifestaciones del 8 de marzo, día de la mujer; habíamos hablado tantas veces del feminismo, de la igualdad de las mujeres, de las injusticias... A partir de esa amistad con la amiga que estaba transicionando, nuestra casa pasó a ser un infierno. Se rapó su melena que hasta ese momento era intocable, empezó a hacer ejercicio para que su cuerpo fuese más musculoso, se compraba ropa de hombre, siempre bajo la aprobación de la otra persona. Ella le decía todo lo que tenía que decir y hacer, y su toxicidad indujo a nuestra hija a comenzar a mentirnos y engañarnos.
Buscamos ayuda en nuestra médica de cabecera, y la derivó a una sexóloga. Como era menor de edad nos informaba de alguna cosa; la sexóloga nos llegó a decir que no le gustaba su actitud cuando acudía a sus citas. Nunca llegó a mandarla a la unidad de género, pero sí nos llegó a decir que la transición era reversible, y nos dio la dirección de Chrysallis, a la que por supuesto nunca acudimos. Creemos que nuestra hija se cansó de las citas con esta sexóloga y dejó de acudir a ella. Fuimos al instituto, y en una entrevista con el tutor, nos comentó que el pensamiento de nuestra hija le parecía maravilloso y, es más, a los pocos días les dieron una charla LGBTI sobre diversidad. La mediadora (no orientadora) nos dijo que la deberíamos llevar a la Unidad de Género. Como bien podréis suponer hicimos caso omiso y ahora pensamos que deberíamos haber interpuesto una denuncia por haber reafirmado a nuestra hija, ya que en ese momento era menor de edad.
Mientras tanto su amiga iba haciendo camino, metiéndola a pasos agigantados en su ideología. Nuestra hija cambió radicalmente. A menudo se mostraba muy agresiva con nosotros, nos amenazó con suicidarse, con ir a servicios sociales, nos llegó a decir que durante toda su vida se había sentido infeliz (todas nuestras amistades que conocen nuestro caso siempre nos han dicho que era una niña alegre y sociable y que además no habían observado en ella ninguna manifestación de todo lo que les estábamos contando); portazos, gritos, llegó a darme un empujón con una rabia incontrolable. Su media de notas académicas era muy buena, menos mal que es inteligente y con poco esfuerzo continuó aprobando.
Tuvimos que empezar a medicarnos tomando antidepresivos y ansiolíticos. Muchos días no podíamos levantarnos de la cama. ¿Dónde estaba nuestra hija? ¿Por qué nos odiaba? La llevamos a una psicóloga, pero fue peor el remedio que la enfermedad. La psicóloga nos dijo de malas maneras y a gritos que éramos unos padres horribles, que no queríamos a nuestra hija por no afirmarla. Con dos sesiones de una hora ya la conocía mejor que nosotros.
No es nuestra intención ofender a nadie, pero esto puede ser calificado como “un cáncer de alma”. Nos consume, nos agota, nos mata lentamente. Es una tristeza, una pena y un dolor muy grande. Hemos aprendido a llorar en cualquier sitio, a escondidas, sin lágrimas. Y solo deseamos que llegue la hora de dormir para no pensar.
Poco después empezó a salir con una chica y nosotros la aceptamos. Viene a nuestra casa y no estamos en contra de eso. El tema trans desapareció. Nunca ha hablado en masculino, ha llegado a hablar de ser madre. Pero continuaba vistiendo y comportándose como un chico, la voz ronca, ropa amplia, cuando se ducha o se baña se encierra, cuando en nuestra casa nunca se ha cerrado ninguna puerta.
Os confieso que fui a una vidente, aprendí a hacer Reiki, volví a rezar, a llevar santos en mi cartera, lazos rojos, promesas a santos y vírgenes, aunque no soy practicante; compraba plantas que absorbían la energía negativa.... Cualquier cosa por acabar con esta pesadilla, al igual que multitud de familias deseando igualmente que acabe cuanto antes.
Estuvimos tranquilos una buena temporada con el tema, pero no seguros. A veces volvía con gente de esa ideología. Fuimos leyendo e informándonos y encontramos a “Amanda”. Justo en ese momento nos dijo que quería cambiarse de nombre, aunque no se atrevió a decirnos cuál, porque se sentía otra vez chico. No nos supo definir que es ser mujer y ser hombre. En su pobre e ilógico discurso incluía a los intersexuales, hablando sin sentido...
Ahora va a otra psicóloga. Sabemos que está tratando otros temas que le han afectado en su vida. No podemos saber más porque ya es mayor de edad. Esperamos que trate su duelo, su posible dolor, su pérdida de sus padres biológicos. Nos gustaría ayudarla en esto, pero realmente no sabemos cómo hacerlo. De lo que sí que estamos totalmente seguros es de que nuestra hija presenta una disforia de género de inicio rápido por contagio social.
Al buscar en internet hemos encontrado una especie de guía que dicta todos los pasos que nuestras hijas deben seguir: qué corte de pelo, qué ropa...es IMPRESIONANTE. Es un manual que es reforzado por la tele, las series, algunos profesores y profesoras... Además, para ser progre debemos apoyar lo Queer. Es lo que se lleva, me dijo una compañera de trabajo, o sea, una moda.
La ideología queer la rodea. Parece una doctrina intocable, es un poder absoluto que rechaza cualquier crítica.
Y ahora tenemos la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas. Si da un paso a la transición social, es decir cambiarse el nombre, estará en la alfombra roja para empezar con la hormonación y, tal vez, en un siguiente escalón la mutilación. Ya es mayor de edad, puede decidir. No queremos una terapia de conversión, pero sí una terapia que la ayude a aceptar su cuerpo y sus problemas.
No podemos imaginarnos a nuestra hija con barba, calva, con la voz ronca.... y con sus efectos secundarios: cáncer de hígado, enfermedades del corazón, diabetes, quistes ováricos, incontinencia, cambios violentos de humor de la euforia a la ira, ......y una vida más corta.
Y esta locura no para, no se detiene, sino que por el contrario y desgraciadamente aparece por todas partes.
“Amanda” nos ha ayudado a saber que no estamos locos, que los patrones se repiten, a descubrir cosas. Como en otras muchísimas familias, somos una madre y un padre que queremos y amamos a nuestra hija con todo nuestro corazón y por la que hemos dado, damos y daremos nuestra vida.
HIJA, te queremos, estamos a tu lado, sal de ese maldito delirio y ayuda a salir a más adolescentes de este infierno.
Nuestra lucha es y será por nuestra hija y tod@s l@s hij@s que al igual que ella han sido atrapad@s en esta locura por la que algún día alguien deberá dar explicaciones y pagar.