Mi hija tiene muy baja autoestima y la necesidad de encajar en un grupo de iguales
Luego me contó que su amiga Sara también estaba igual que ella, que quería ser un hombre, y sus nuevos amigos, todos eran trans
Pasan 6 minutos de las 12 de la noche, estamos ya con el pijama puesto y preparándonos para dormir en nuestro primer día de vacaciones en la playa. El hotel es magnífico, tiene de todo para que únicamente nos preocupemos de pasarlo estupendamente. El dichoso móvil que no me deja en paz. Y entra un mensaje de mi hija, que la tengo a menos de 10 metros. No es un chiste ni una foto de nuestra gata, ni de su peinado.
Es un texto en el que no la reconozco, tiene una forma de redactar que no es suya. Lo tengo que leer varias veces porque me es totalmente ajeno.
Dice que ya no es lesbiana, ni bisexual, ni género fluido, ni demigirl, que es trans, que lleva ocho meses pensándolo, que tiene miedo de decírselo a su padre, que la llamemos con pronombres masculinos.
¿Pronombres masculinos? No entiendo que los pronombres que uso para hablar con ella lleven género. La segunda persona del singular no lleva género y si empleo la tercera persona es que mi hija no está en la conversación... Esto no me gusta nada ¿Que mi hija tiene miedo? ¿por qué tiene miedo? ¿mi hija miedo de su padre? ¿Quién ha escrito esto que me manda mi hija?
Mientras leo esto, comprendo que estoy en una encrucijada, que estoy ante algo importante y que mi reacción puede ser determinante. Lo sé, porque siento que tengo clavada su mirada en mí. Sé que esos ojos negros epicantos con los que nació abiertos de par en par, los tengo anclados en mi cara, descifrando mi reacción. Y mi pensamiento va a mil por hora, qué digo a mil, a la velocidad de la luz. Y mi cerebro me da la primera orden: no tengas ninguna reacción. Y la segunda orden: pide tiempo.
Le contesto a mi hija diciéndole que de miedo nada, que ya tomaremos una decisión y que si ella ha tardado ocho meses como dice en su mensaje, no me pida que lo resuelva en un momento. Que a dormir que es muy tarde.
Pero yo no dormí.
Después de apagar la luz, el estómago se me hizo un nudo y desde ese momento no he vuelto a recuperar la normalidad. Hoy han pasado dos meses y medio. Y dejé en esa habitación de hotel maravilloso mis ganas de disfrutar en una playa con mi lectura favorita. He aparcado la novela en la página 27, cambiándola por un libro de psicología, artículos de psiquiatría, en fin...
Días antes yo ya andaba preocupada porque mi hija cada vez se tapaba más, camisetas dos tallas más grandes que la suya, pantalones que duplicaban su volumen, y una pandilla nueva de nombres anglosajones. Mi hija ya no se reía.
En la playa dimos largos paseos. Ella no sabía explicar nada, solo que quería ser un hombre, nada más. Y lo de los dichosos pronombres tampoco me explicaba. Luego me contó que su amiga Sara también estaba igual que ella, que quería ser un hombre, y sus nuevos amigos, todos eran trans, e incluso Nick comenzaría a hormonarse en septiembre... Y yo sin tiempo para estudiar esto.
Faltaban pocos días para que cumpliera 13 años y siempre lo celebrábamos en nuestro campo, en la piscina. Era una fiesta que extendíamos a las familias, y suponía un momento muy feliz, pero este año ella quiso hacer la fiesta en casa, con su pandilla nueva. El aspecto y la conducta de las nuevas amigas de mi hija a las que había que llamar por unos nombres rarísimos y en masculino, eran los de tener todas graves trastornos. Cuando me presentaron a Nick me dio un escalofrío. Su mirada vacía, huidiza... Nick vestía de negro absoluto, encorvado, ojos clavados en el suelo y flequillo tapándole toda la cara. Y entonces fui yo quien tuvo miedo. Un miedo aterrador.
Luego busqué por todos lados y todas las indicaciones que encontré abundaban en mi preocupación: tienes que acompañar a tu hija que muere y recibir a tu nuevo hijo. Y me negué. No puede ser. Yo también recuerdo de adolescente la rabia que me daba que a los chicos les dejaran hacer más cosas, incluso yo he querido ser chico por este motivo.
Y con la misma presión de tener que hacer las cosas bien, con el mismo escrutinio de los ojos de mi hija sobre mí, encontré sentido y remedio.
Mi hija tiene muy baja autoestima y la necesidad de encajar en un grupo de iguales. Lo que ha encontrado es una pandilla de víctimas como ella. Gracias a las redes sociales.
Siempre fue una niña muy despierta, muy inteligente, incluso alguna vez se deslizó la idea de que podía tener altas capacidades, pero nunca lo hemos abordado.
Una vez que comprendes el problema y su dimensión, te marcas la obligación de reaccionar de forma correcta y comienza la otra parte. Tu parte. Cómo lidiar con tu inseguridad, cómo lidiar con tus dudas, cómo lidiar con tus impulsos, cómo lidiar con el día a día, cómo lidiar con las tremendas ganas de llorar y llorar y no parar de llorar.
Y aparece un protocolo a seguir. ¡Bingo! Aparece la ciencia, aparece la explicación a todo, aparece una guía sobre morderse la lengua, aparece cómo hacer la vista gorda, o cuándo y sobre qué poner la lupa, aparece el amor, aparece la solidaridad, aparecen las madres.
GRACIAS AMANDA, GRACIAS.