Sabía que era mentira, pero también sabía lo testaruda que era mi hija, cómo se obsesionaba con las cosas y su necesidad de llevarlo todo hasta el límite
No me podía imaginar que mi hija, con su inteligencia, fuese capaz de creerse todo lo que decía.
Afortunadamente nuestra historia es muy corta, y más que ser terrible por lo que realmente pasó, lo es por lo que pudo llegar a pasar si no hubiésemos encontrado ayuda.
Nuestra hija ha sido siempre una niña lista y muy madura, que siempre se sentía sola. Nunca tuvo una relación de igual a igual con otros niños. Les hacía de hermana mayor. Nunca encontraba su lugar en los grupos de amigas e intentaba camuflarse, y esto le generaba una angustia muy profunda que poco a poco la fue desbordando.
Empezó la adolescencia. Cambios familiares, pérdida de seres queridos, enfermedades cercanas, cambio de colegio, pandemia.... Y ella cada vez más sola, se fue separando de sus compañeros, aislándose, dejó de estudiar, dejó sus actividades... Y empezó a relacionarse con un pequeño grupo, una niña que se declaraba trans, otra no binaria, y la otra dependiendo del momento.
Y un día nos dijo que ella también era trans.
No hubo ni un solo segundo de todo aquel tiempo en el que yo dudase lo más mínimo de que aquello no era verdad. Sabía que era mentira, pero también sabía lo testaruda que era mi hija, cómo se obsesionaba con las cosas y su necesidad de llevarlo todo hasta el límite. Y tuve mucho miedo. Pánico. Sabía que se daría cuenta de que ella no era trans, pero temía que no fuese capaz de reconocerlo, y llegara a destrozarse la vida.
La escuché durante muchos días muy tristes. Me di cuenta de la dimensión de la comedura de cabeza que tenía, aprendí a identificar mantras y discursos aprendidos en las redes sociales... Y tuve aún más miedo. No me podía imaginar que mi hija, con su inteligencia, fuese capaz de creerse todo lo que decía. Busqué ayuda, hablé con algún familiar, compañeros de trabajo, médicos... Y el discurso era el mismo: acompaña, afirma, y pide ayuda a Chrysallis. No entendía nada.
Afortunadamente me encontré con una persona que me recomendó el libro "Nadie nace en un cuerpo equivocado". Lo compré y lo leí en una noche. Y tirando del hilo di con Amanda, donde me ayudaron de verdad.
Y conseguí reunir la fuerza y el valor para hablar con mi hija y decirle la verdad. Que yo no me lo creía, que pensaba que se había dejado llevar para pertenecer a un grupo, para sentirse por primera vez en una relación de igual a igual con los otros. Y ella repetía sus argumentos aprendidos, y decía que no, y se ofendía, y se enfadaba. Pero en el fondo sé que se sentía aliviada de que alguien mantuviese la cordura.
Revisé sus redes sociales, aunque ello me costó muchas discusiones. Le hice reflexionar sobre lo que guardaba en su móvil. Acordamos que cerraría sus cuentas de TikTok y yo podría revisar de tanto en tanto su móvil. Le dediqué mucho tiempo. Dejé muchas cosas de lado para pasar tiempo con ella, hablar, ir a pasear, de compras. La escuché largo y tendido e intenté ayudarla. Hicimos cambios, la apoyé en todo aquello que pensé que podía ayudarla. La dejé vestir como me pidió, aunque no me gustara. La dejé abandonar actividades, aunque me entristeciera mucho.
Cambió de colegio. Afortunadamente encontró nuevos compañeros, y ninguno metido en esta historia. Cambió tantas cosas, que puso su vida del revés, e intenté apoyarla en todas, menos en aquello que sabía que no le haría ningún bien. Ni cambio de nombre ni de pronombres. Nada de transición. Cambiar su entorno, conocer gente muy diferente fue muy beneficioso.
Y poco a poco fue cambiando el discurso, abandonó sus exigencias, cambió su manera de vestir, abandonó la idea de ser trans.
Hoy, seis meses después sigue sin querer hablar de este tema. Quiere hacer ver que aquello nunca pasó. Pero, ¿qué hubiese pasado si en lugar de encontrarme con Amanda hubiese ido a Chrysallis y me hubiese creído su discurso? ¿Qué hubiese pasado si yo la hubiese afirmado y hubiese comenzado con la transición social?
¿Qué sería de su cuerpo? ¿Qué sería de mi hija?