Sólo espero y deseo que cuando empiece a trabajar, pueda madurar y dejar de confundir la realidad con la fantasía
Tengo una hija maravillosa, autista y con un 33% de discapacidad social. La niña tuvo una infancia feliz, divertida, ocurrente e imaginativa. Quizás, debido al autismo, siempre he sentido que tenía un desarrollo emocional de unos dos o tres años inferiores a las personas de su edad.
El 25/09/2021 me escribió un correo electrónico para decirme "ESO".
Intenté hablar con ella: sobre la salud, sobre la imposibilidad de convertirme en Superman y volar, y sobre otras situaciones irreales que se me ocurrieron. Aun sin saber la mitad de lo que sé ahora, le puse mil ejemplos para intentar que reflexionara, pero no sirvió de nada.
Después de mucho buscar encontré a AMANDA. Le busqué un psicólogo, y dada la época que era, la terapia la realizaba online. Pero tampoco sirvió de nada, porque ella pensaba que yo la escuchaba detrás de la puerta, algo que hubiera estado totalmente fuera de lugar. En aquella etapa todos los miembros de la familia tuvimos que hacer terapia online.
Mi hija solo se relaciona con un único amigo y con su hermana, dieciocho meses mayor que ella, que la apoya totalmente.
Hace un año aproximadamente, cuando le tocaba hacer las prácticas de los estudios que estaba cursando, que se suponía que le gustaban, se cortó el pelo y se compró ropa masculina. Acabaron echándola de la empresa que la acogió y, aún hoy, desconozco los motivos.
No puedo recordarlo bien, pero cuando sucedió le tiré la ropa, le dije que lo que había ocurrido había sido porque estaba más centrada en "ESO" que en las prácticas y sus estudios, y que tenía que sacarlos adelante.
Mi hija juega mucho online ocultándose bajo una especie de avatar al que llama Finn. En una de esas plataformas de juegos online conoció a una chica estadounidense con la que inició una relación online. La chica, que proviene de una familia católica tradicional, quería casarse y tener hijos con ella, sin saber que Finn era una mujer. Estaba dispuesta a conseguirle trabajo para que se mudara junto a ella lo antes posible.
Mi hija estaba enamorada y sentía un enorme cargo de conciencia por no haber sido sincera. Finalmente, le confesó la verdad y la relación se terminó. Quedó destrozada, los estudios se fueron quedando olvidados y no llegó a realizar el proyecto final.
Este noviembre de 2024, la chica estadounidense, asustada, se puso en contacto con nuestra hija mayor para avisarla de que mi hija menor tenía la intención real de suicidarse en su próximo cumpleaños.
Nada más saberlo, mi marido y yo nos pusimos a buscarla desesperados hasta que la encontramos. Conseguimos llevarla al hospital con engaños, y terminaron ingresándola en el Área Psiquiátrica durante casi tres semanas.
Durante el ingreso, tuvimos varias reuniones a tres bandas entre el psiquiatra, nuestra hija y los padres. Intentamos llegar a un acuerdo con ella. Le dije que la quería, que era perfecta tal y como era, que no quería que cambiara. Pero ella insistía en comenzar el proceso de hormonación.
Le dije que, aunque ya tenía 20 años y podía tomar sus propias decisiones, yo también tenía el derecho de no querer ver cómo destroza su cuerpo. No salíamos de ese bucle: ella quería que yo reconociera mi error, y yo le preguntaba si ella sería capaz de reconocer el suyo cuando se diera cuenta de que todo esto es una estafa.
Intenté hacerla comprender que no iba a sentirse mejor de la disforia después de tomar hormonas y de las cirugías. Le hablé de varios detransicionadores, pero sé que no me creyó. Ella pensaba que esas personas no habrían estado tan seguras como lo estaba ella.
Lo peor de todo, fue que el psiquiatra ni siquiera me creyó. Le mostré muchísimas fotografías de mi hija de cuando era pequeña y de su etapa adolescente. Incluso le regalé el libro Nadie nace en un cuerpo equivocado, tenía la esperanza de que al estar escrito por profesionales de la salud, lo leyera y quizás aprendiera algo para futuras pacientes, pero todo fue en vano.
Al salir del hospital, mi hija dejó de hablarme. Habíamos llegado al compromiso antes de que le dieran el alta, de que yo le buscaría una habitación de alquiler con alguien de confianza para que ella hiciera su vida, a cambio de que terminara sus estudios. Pero no tuve suerte con la búsqueda.
Las pasadas Navidades vino su hermana de visita desde Holanda y terminó proponiéndole que viviera con ella.
Tras salir del hospital, mi hija pequeña había empezado terapia con una nueva psicóloga. Solo llevaba unas cuantas sesiones cuando surgió la oportunidad de marcharse a Holanda con su hermana.
Tras comentarlo con la terapeuta me aseguró que podía manejarla online, así que acordamos con mi hija, que continuaría las sesiones de manera no presencial mientras estuviera fuera. Deseo creer que así será ya que es la condición que le he puesto para pagarle el viaje y el depósito de la habitación donde vivirá.
Ella aceptó las condiciones, y así el 15/02/2025, mi hija pequeña inició su vida en otro país.
La llamo cada día, pero no me coge el teléfono. Sólo espero y deseo que cuando empiece a trabajar, pueda madurar y dejar de confundir la realidad con la fantasía.
Nosotros nos quedamos aquí en casa, con el corazón roto de ver a una magnífica muchacha tan confundida, y dispuesta a destrozarse la vida por creer en esta nueva religión de la ideología de género